Sunday, February 7, 2016

TESIS CIENTIFICA QUE TODOS LOS ESPAñOLES DEBEN ESTUDIAR PARA PODER TUMBAR EL CAPITALISMO EN ESPAñA "NO HAY TIEMPO QUE PERDER"

BORRADOR DE DOCUMENTO POLÍTICO-PROGRAMÁTICO


II ENCUENTRO ESTATAL “NO HAY TIEMPO QUE PERDER”

Madrid, 2 de abril de 2016

Elaborado por el Grupo de Trabajo de la Comisión de Contenidos surgida del Primer Encuentro. 02/02/2016


   INTRODUCCIÓN

El Estado español ha sido en los últimos años, junto con Grecia y otros países del sur de Europa, un laboratorio de luchas sociales, de resistencia frente a los planes de la Troika y los gobiernos, de emergencia de nuevas formas de lucha e indignación, frente a una crisis que desde los gobiernos del PP-PSOE se ha descargado sobre los trabajadores y sectores empobrecidos.

Desde el 15M, las mareas, las huelgas generales, marchas de la dignidad, luchas de mujeres, luchas emblemáticas como Panrico, Coca-Cola, Movistar y muchas otras, los y las trabajadoras hemos salido a las calles contra la degradación de nuestras condiciones de vida y contra un régimen corrupto (sostenido por el bipartidismo del PP-PSOE, la Monarquía y el centralismo de la Constitución del 78) que viene gestionando la crisis capitalista en favor de los capitalistas y los poderosos.

El reflujo del movimiento social junto a la emergencia de nuevos fenómenos políticos como Podemos, han fortalecido la ilusión del “cambio social” por la vía institucional, dejando de lado la movilización social.

Finalmente, el resultado de las elecciones del 20D abre la posibilidad de un “gobierno progresista” con el PSOE, como han propuesto Pablo Iglesias y Alberto Garzón de Izquierda Unida, o la convocatoria a nuevas elecciones, donde puede repetirse el mismo escenario del 20D.

Frente a una aguda crisis social y política, y la posibilidad de una falsa alternativa “progresista” encabezada por el PSOE con el apoyo de Podemos e IU, es más necesario que nunca agrupar las fuerzas de los que luchamos por desarrollar la movilización obrera y popular desde una perspectiva anticapitalista y de clase. Porque un gobierno con el PSOE (los que aplicaron reformas laborales, ingreso a la OTAN, despidos masivos, y niegan el derecho a la autodeterminación, etc.) no puede brindar ninguna resolución a las demandas sociales y democráticas más urgentes.

En ese marco, la convocatoria al primer encuentro “No hay tiempo que perder” en Málaga, el pasado 28 de noviembre, y especialmente del segundo encuentro estatal en Madrid que tendrá lugar el próximo 2 de abril, son importantes pasos en este sentido.

Invitamos a todas y todos los que compartan esta perspectiva, a sumarse al debate y a la construcción de un gran frente anticapitalista y de clase en todo el Estado. Para ello, presentamos esta propuesta de documento político-programático, para que sea debatido en todos los territorios por todas las personas, colectivos y organizaciones que ya estamos participando y las nuevas que se sumen a esta iniciativa, cuya aprobación final se resolverá en el Encuentro de Madrid.



   UNA CRISIS HISTÓRICA QUE MUESTRA LA BANCARROTA DEL CAPITALISMO

A partir de 2007 el capitalismo mundial ha entrado en una nueva crisis, cuya profundidad sólo es comparable a la de 1929, aunque no haya sido una depresión puntual y brutal como fue aquella, sino más bien un tobogán hacia el desastre, salpicado de crisis agudas. Sus primeros efectos han sido inflar el paro, extender la miseria, podar todas las conquistas sociales o llevar a la bancarrota a países enteros como Grecia. Pero no se va a quedar ahí.

La crisis comenzó en EEUU con la burbuja hipotecaria, que luego se transmitió a Europa generando las mayores tensiones del euro desde su nacimiento. Su próxima manifestación asoma desde China; no sólo volverá a golpear a Europa, Japón y EEUU, sino que ya se está extendiendo por los países “en desarrollo” que creían estar “desacoplados” de ella, como Argentina, Brasil o India.

Sus orígenes se remontan a las últimas décadas. A principios de los 70´s estallaron varias crisis sucesivas que indicaron claramente a la clase dominante la necesidad de un cambio de estrategia: pasar del “estado del bienestar” al llamado “neoliberalismo”. Un vendaval se desató contra las clases trabajadoras y populares en todo el mundo, con precarización, privatizaciones, pérdida de derechos… En este marco se produjo la caída del muro de Berlín y el fin del llamado “socialismo real”. Parecía que la clase dominante pretendía volver al siglo XIX. Consiguieron lo que buscaban. Los beneficios aumentaron de nuevo, pero no lo suficiente para retomar la inversión productiva. Las ganancias se perdieron en burbujas financieras e inmobiliarias. El “miniboom” de los 90´s se transformó en el hundimiento de 2007-8.

No es un problema de “malas políticas” (“neoliberalismo”), no es un problema de “excesivo peso de lo financiero”. Es el propio capitalismo como tal el que es un problema. Para que la sociedad pueda avanzar y vivir, el capitalismo debe morir.

Nunca antes en la historia hubo tanta tecnología aplicada a la producción. Tampoco nunca el conocimiento estuvo tan a mano de la mayoría de la población. Ni hubo tales masas de personas en el mundo alfabetizadas, con educación primaria e incluso superior. El resultado es que se producen alimentos suficientes para todo el mundo a pesar del aumento de la población mundial. El resultado es que la productividad del trabajo permitiría mantener e incluso aumentar el producto total repartiendo el trabajo entre todos y todas y disminuyendo, quizá a la mitad, la jornada laboral.

Sin embargo, lo que vemos en el mundo son sociedades estancadas, la plaga del paro avanzando con botas de siete leguas, la miseria inundándolo todo. Vemos cómo la mayoría trabajadora va perdiendo constantemente cualquier conquista social arrancada en las últimas décadas. Vemos el mundo azotado por el hambre y las guerras.

Al mismo tiempo, vemos a una ínfima minoría enriquecerse cada vez más. Los derechos democráticos duramente arrancados se convierten en burlas; el poder impersonal del mercado lo domina todo. El mundo camina como sonámbulo de vuelta a la barbarie, dando tumbos de crisis en crisis, mientras se aniquilan los recursos naturales y se aplasta a la mayoría de la sociedad.

La causa de esta contradicción no es la “naturaleza humana”, ni la “sociedad industrial”, ni la “civilización”. La causa es el capitalismo. La causa es el sistema en el que todo se produce como mercancía para ser vendida, en el que la fuerza conductora es la búsqueda de beneficio por parte de la minoría que detenta el monopolio de la propiedad de los medios de producción. Minoría que pone la obtención de ganancias como condición para permitir vivir al resto. Toda posibilidad de progreso se condiciona a este objetivo.



   LA DESCARGA DE LA CRISIS SOBRE LOS SECTORES POPULARES EN EL ESTADO ESPAÑOL

La crisis mundial golpeó con fuerza al capitalismo español desde el principio. En un primer momento esto lo vimos con el disparo de las cifras de desempleo, especialmente a comienzos de 2009. A partir de mayo de 2010 Zapatero entró, tras las demandas de la UE y EEUU al desatarse la crisis de deuda griega, en la senda de las políticas de ajuste. La democracia para ricos fundada en 1978 declaraba una guerra a los sectores obreros y populares para hacernos pagar la crisis que todavía dura.

La lista de “bajas” por nuestra parte es enorme. A día de hoy son casi cinco millones de parados y el paro de masas ha venido para quedarse, la mayor parte de los analistas auguran una década más de niveles de paro de dos dígitos. De ellos solamente el 55% tiene cobertura de desempleo y 150.000 hogares tienen a todos sus miembros parados.

Pero además aquellos que conservan el empleo lo hacen con salarios un 25% inferior a 2007, con tasas de precariedad y subempleo que afectan a casi la mitad de los trabajadores ocupados.

Todo ello se ha podido llevar adelante gracias a las sucesivas reformas laborales del PSOE y el PP. Éstas allanaron el terreno con la expansión de la precariedad, la subcontratación y las rebajas al despido. La de 2012 vino a dar un puntillazo terrible que ha convertido los convenios colectivos en poco más que papel mojado ante la voluntad unilateral de las empresas.

Este incremento brutal de la explotación ha hecho que el número de trabajadores pobres crezca en un 20% durante la crisis, hoy son más de dos millones. Otros dramas sociales, como los desahucios, tiene una relación directa con este aumento de la precariedad y el desempleo.

Estas cifras se ceban especialmente con los sectores más vulnerables. Uno de cada cuatro menores sufre pobreza infantil. La tasa de paro entre los inmigrantes triplica la de los nativos, y además aquellos que están en situación irregular han perdido el derecho a la sanidad universal y sufren más intensamente las redadas policiales o la amenaza de ser encerrados en un CIE y expulsados súbitamente. Las mujeres siguen cobrando hasta un 25% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo y los recortes en dependencia y servicios públicos hacen que se haya incrementado la carga del trabajo de cuidados y reproductivo que recae en su mayoría en ellas. Las personas con dependencia ven como su calidad de vida y la de sus familias cae en picado mientras se recortan las ayudas y recursos. O los pensionistas, especialmente los que tienen cuantías más modestas, vienen perdiendo poder adquisitivo año tras año, mientras se les imponen medidas de copago o se convierten muchas veces en el único sustento de toda la unidad familiar.

Esta es la realidad de la clase trabajadora y los sectores populares en el Estado español. Mientras se iba agudizando la crisis social los distintos gobiernos no han dudado en poner en marcha grandes rescates millonarios a la banca y las grandes empresas -como las concesionarias de autopistas-. Rescates que se han sufragado con una socialización de las pérdidas histórica, y que se está amortizando con el desmantelamiento de la educación, la sanidad y el resto de servicios públicos.



   EL IMPACTO DE LA CRISIS SOBRE EL RÉGIMEN DEL 78

El régimen político fundado en la Transición se encuentra hoy en una crisis de enorme magnitud. Los efectos de la crisis económica sobre los trabajadores y las clases populares, combinados con una política de rescates millonarios a la banca y grandes capitalistas y los mayores recortes sociales desde la Dictadura, desnudaron a ojos de millones el carácter de esta democracia para ricos. El lema con el que nació el 15M, “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, sintetizaba la profunda crisis de representación abierta de 2011 en adelante.

El rechazo a los políticos capitalistas y las políticas de austeridad fueron el pistoletazo de salida para una crisis de legitimidad que se extendió a casi todos los pilares del régimen heredero del Franquismo. A los partidos del Régimen, se sumó la misma Corona, salpicada de lleno por casos de corrupción y muestras de nepotismo sin disimulo. Las fuerzas policiales se evidenciaron como un brazo armado para imponer las políticas de los grandes empresarios y perseguir a los luchadores sociales. La sacrosanta unidad de España fue puesta en duda con la emergencia del movimiento por el derecho a decidir en Catalunya en 2012 de una forma masiva.

Todos estos elementos fueron configurando una crisis de régimen que hacía emerger importantes demandas democráticas. Algunas tan centrales para el régimen político como el cuestionamiento de la propia Monarquía o la defensa del derecho de autodeterminación de las nacionalidades. Otras en exigencia de una democracia más “generosa”, contra la corrupción, las puertas giratorias y demás mecanismos existentes que facilitan que el Estado y el gobierno sea, parafraseando a Marx, el consejo de negocios de los grandes capitalistas.

Estas demandas democráticas han estado en todo momento planteadas junto a otras sociales y económicas en contra de que la crisis la paguemos los trabajadores y los sectores populares, contra los despidos, las contrarreformas laborales, los recortes sociales… Y también junto a la defensa de otros derechos democráticos recortados como el de manifestación, huelga o el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.

El Régimen del 78 y sus diferentes agentes no se han quedado de brazos cruzados y están haciendo todos los esfuerzos posibles para bloquear -unos- o “reconducir” -otros- esta crisis hacia algún tipo de “autorreforma” o segunda Transición. Entre ellos cabe destacar la burocracia sindical de CCOO y UGT, que ha trabajado incansablemente para evitar que la clase trabajadora pudiera intervenir en esta crisis con sus propios métodos de lucha. Para ello han bloqueado y boicoteado las posibles respuestas que los trabajadores han tratado de dar a los numerosos ataques recibidos. Evitar que la movilización social pasara de movilizaciones callejeras a afectar de lleno a la producción, ha sido una condición clave para asentar la idea de que la “protesta” no podía cambiar las cosas.

Sobre este relativo reflujo se asentó el auge de los nuevos proyectos reformistas. Éstos contribuyeron a asentar la idea de que la movilización no era el camino y que este pasaba por intentar ocupar espacios institucionales. El nuevo reformismo, Podemos, busca, en sus propias palabras, un nuevo consenso o “compromiso histórico”. Esto no es otra cosa que una nueva transición dentro de las reglas del juego del sistema capitalista y los límites y mecanismos del mismo régimen político. Para ello buena parte de las demandas que se habían expresado en la calle contra el Régimen y las políticas capitalistas debían quedarse en el cajón.

Las direcciones sindicales colaboran con esa misma orientación bloqueando la posibilidad de que se ponga en marcha el movimiento obrero. Se trata de mantener los centros de trabajo tranquilos y aquellas luchas que salen totalmente aisladas, para que no se enturbie el proceso de “diálogos”, “pactos” y nuevos “consensos”, para que evitar que se pueda ir más allá de un simple cambio cosmético.

A día de hoy uno de los elementos más dinámicos y que al mismo tiempo actúa de “piedra en el zapato” para que se abran paso estos proyectos de “autorreforma” sigue siendo la cuestión catalana. La profundidad de la reivindicación del derecho a decidir por millones de catalanes ha sido hasta ahora un obstáculo para que el movimiento democrático nacido con la Diada de 2012 pueda desactivarse por quienes trabajan para ello. El principal partido de la burguesía catalana, CDC, decidió entonces ponerse a la cabeza de dicho movimiento con la figura del President Artur Mas.

En estos tres años, Mas ha actuado como “capitán” logrando que el movimiento no mantuviera una dinámica sostenida de movilización, sino de movilización puntual, ordenada, aunque masiva, en cada 11S. Así se conjuraba el “peligro” para CDC y el mismo Régimen del 78 de que la lucha por el derecho a decidir confluyera y azuzara movilizaciones por otras demandas democráticas y sociales, y que de esta manera los sectores obreros y populares pudieran entrar de lleno en el movimiento.

Mas, CDC y hoy Carles Puigdemont, buscan darle al movimiento una salida institucional y de negociación con el Estado central. Una vía muerta que recrea la ilusión de un acuerdo con un régimen cuya constitución no sólo niega tajantemente el derecho de autodeterminación, sino que deposita en el Ejército y la Corona la defensa de la unidad territorial forzosa.

Aunque CDC como partido ha sufrido el desgaste de su política de recortes y casos de corrupción, en ningún momento ha perdido la hegemonía política ni la dirección del movimiento. ERC le ha brindado un apoyo incondicional y comparte su hoja de ruta. Por otro lado, la CUP ha mantenido estos tres años una estrategia de “mano extendida” en lo nacional. Un importante error político, pues la emancipación nacional es imposible conquistarla de la mano de quien se niega a poner en marcha las fuerzas sociales necesarias para conquistarla -la derecha catalana-ni el apoyo de las clases populares unidos a la derecha catalana, y además deja pegados a los sectores populares a los representantes políticos de la burguesía catalana.

Esta política ha tenido su último capítulo en el pacto entre la CUP y JxSí para favorecer la investidura de Carles Puigdemont y la estabilidad parlamentaria de su gobierno.

En los próximos meses veremos cómo los distintos agentes siguen trabajando para dar una salida a esta profunda crisis política. Desde Madrid, Iglesias y Sánchez; desde Catalunya, Puigdemont y Junqueras. El peligro de una nueva Transición que deje en el tintero otra vez las grandes aspiraciones democráticas y sociales que se han expresado en la calle desde 2011, está inscrito en la situación. Contra este riesgo es necesario levantar un programa y una estrategia alternativas.



   LAS IZQUIERDAS DESDE EL 15M AL 20D: UN BALANCE DE PODEMOS E IZQUIERDA UNIDA-UNIDAD POPULAR

La crisis capitalista iniciada en 2008 ha tenido efectos devastadores en las clases populares y la juventud. El aumento del paro, de la precariedad, los recortes en servicios públicos… fue generando un cuestionamiento de relaciones sociales e instituciones que hasta el momento estaban prácticamente intactas. Este desapego irrumpió en la escena social en 2011 con el movimiento 15M.

El movimiento 15M situó en el centro del debate público cuestiones como la precariedad, el paro y el impacto devastador que tiene a nivel social, la acumulación de viviendas en manos de los grandes bancos, la corrupción política, los recortes en servicios públicos mientras se sigue pagando una deuda ilegítima y otras muchas demandas sociales y democráticas.

No es casual que haya surgido en un contexto como éste en el que, no sólo se vive una crisis profunda sino que, además, las organizaciones políticas y principalmente las direcciones de las grandes centrales sindicales no estaban dando ningún tipo de respuesta ante los problemas de l@s trabajador@s. Entre la Huelga General que se convoca en septiembre de 2010 y el surgimiento del 15-M en mayo de 2011 las direcciones de los grandes sindicatos permanecieron impasibles -con la aprobación entre medias del “pensionazo”-.

El proceso que se da con el 15M se articuló, tanto a nivel organizativo como en términos estrictamente políticos, de una manera contradictoria. El punto de partida es un contexto de despolitización generalizado durante más de 30 años, con una débil experiencia política de masas, lo cual tuvo una traducción directa en las dificultades y limitaciones de la propia dinámica del movimiento. Esto se visibilizó de una manera muy clara en que no hubo ninguna posibilidad de generar una coordinación del movimiento a nivel estatal y a su vez las líneas políticas centrales no estaban definidas ni había una orientación sobre cómo hacer avanzar el movimiento.

El 15M ha tenido la gran virtud de funcionar como un gran estallido que, a la vez que provocó una politización masiva, obligó a resituarse a todos los actores políticos y sociales. En este contexto surgen importantes movimientos autoorganizados como las mareas o la PAH. Estas luchas y movimientos supusieron un paso fundamental en la articulación de todo el movimiento 15-M y lo que surgió en su entorno.

En este contexto de politización creciente se dan importantes luchas en centros de trabajo por toda la geografía del Estado español, algunas de ellas convertidas en auténticos referentes del movimiento obrero como las luchas de l@s trabajador@s de Panrico, Coca-cola o las Marchas de los Mineros a Madrid en 2012, sin olvidar las dos importantes huelgas generales de 2012 contra la Reforma Laboral del PP que mostraron la potencialidad de la confluencia entre el 15M y los movimientos sociales que activó y la lucha de la clase obrera.

En un clima social tan convulso, los poderes políticos y económicos cerraron filas con la Troika y el recambio PSOE-PP ofrecía más ajustes. A la izquierda del PSOE, la propia Izquierda Unida era partícipe del régimen y cómplice de las políticas de austeridad de la mano del PSOE en Extremadura, Andalucía y muchos Ayuntamientos. Esto supone importantes contradicciones para el conjunto de su militancia, llegando a extremos como en las Marchas de la dignidad en 2014 en las que se manifestaban contra sus propios dirigentes en Andalucía. Los casos de corrupción a partir de 2012 que atraviesan la geografía institucional también la golpearon.

Frente a una izquierda reformista acomodada en las instituciones, en lucha con sus propias bases, a principios de 2014 surge Podemos. Un proyecto que fue visto por miles como un nuevo proyecto fresco y atractivo que quería disputar electoralmente el poder al bipartidismo. Tras las elecciones europeas que inauguran el ciclo electoral se aceleró la cristalización de un programa de reforma del Régimen y el sistema capitalista. Asistimos a la caída de elementos programáticos clave como el no pago de la deuda, los derechos básicos de l@s trabajador@s, la salida de la OTAN…a la vez, que el movimiento de los círculos se ve rápidamente verticalizado.

A la vez que se visibilizó la crisis institucional (abdicación del rey, proceso soberanista en Catalunya…), hubo un marcado freno de la movilización, canalizando el descontento hacia la vía institucional. El bipartidismo buscaba por su lado una recomposición con Ciudadanos, mientras Podemos se convertía en una amenaza electoral para el régimen y se postulaba como una alternativa ante las políticas que se venían haciendo. Se proponía como una falsa alternativa antiausteridad para todo el músculo social que había estado en el 15M, las mareas y también participado en las tres últimas huelgas generales. Falsa alternativa antiausteridad, ya que limitó su agenda en torno a medidas con mucho rédito electoral -como la corrupción o la transparencia- pero sin entrar a cuestionar la lógica económica del sistema capitalista, la concentración de la riqueza en muy pocas manos y abandonando demandas democráticas más rupturistas, como las que cuestionaban la Monarquía.

En las Elecciones Europeas y en el periodo siguiente, IU sufrió un desgaste brutal. Un desgaste que toca su suelo en los primeros meses de 2015, coincidiendo con el ascenso de Podemos en las encuestas. Izquierda Unida encuentra en los procesos llamados de “unidad popular” o “candidaturas ciudadanas” para las municipales una tabla de salvación para amortiguar el descalabre, apareciendo detrás de Podemos y con cierto aire de renovación a nivel de discurso. Los buenos resultados obtenidos a nivel electoral de estos procesos le sirvieron como un precedente en el que IU se apoyó para plantear fórmulas similares a éstas para las Elecciones Generales. Sin embargo, la dirección de Podemos con Pablo Iglesias a la cabeza embarcados en su viaje al “centro del tablero” cerraron la puerta a esta posibilidad aún a pesar de que no tenían diferencias programáticas significativas. Finalmente, Izquierda Unida se vio obligada a presentarse en solitario detrás de la fórmula de Unidad Popular.

Un proyecto en el que Izquierda Unida escenifica un proceso similar a los de Podemos, con mucha importancia de lo mediático a través de la figura de Alberto Garzón, escasa participación de las bases en la construcción programática (que acabó siendo una versión similar al de Podemos) y con una campaña centrada en la importancia de tener presencia en las instituciones. Una candidatura con el único objetivo, al igual que Podemos, de articular en el plano institucional todo el ciclo de descontento social y de luchas que se abrió con el 15-M.

La culminación de ambos proyectos la encontramos el pasado 20 de diciembre. Dos organizaciones a la izquierda del PSOE, sin diferencias políticas importantes, que plantean como única salida ante los problemas de la mayoría trabajadora y la juventud la gestión amable de la crisis, y un proceso de “regeneración democrática” desde dentro ante la profunda crisis política del Régimen del 78. Una suerte de auto-reforma, en acuerdo y pacto con el PSOE, que se está escenificando en las negociaciones con Pedro Sánchez para formar un “gobierno progresista”.

Porque este y no otro puede ser el resultado si avanza la propuesta que Pablo Iglesias hizo al rey Felipe VI de formar un Gobierno de coalición con el PSOE, con el socialista Pedro Sánchez como presidente, el líder de Podemos en la vicepresidencia y un reparto proporcional de ministros, entre quienes entraría también Izquierda Unida.

Aunque todavía falta que el tortuoso proceso de investidura y de negociaciones se desarrolle y nadie pueda descartar aún la convocatoria a nuevas elecciones, la política de formar un “gobierno de izquierda” con el PSOE y la bendición de la Monarquía, como defiende la dirección de Podemos, IU y las candidaturas de confluencia, aunque plantea una salida a la crisis de gobernabilidad que dejaron las elecciones del 20D, es contraria a la resolución de las principales reivindicaciones democráticas y sociales pendientes. Lejos de ello, un pacto de gobierno con uno de los principales partidos capitalistas que han sostenido el Régimen político del 78, solo puede facilitar su regeneración.

En esta misma línea estratégica, ni Podemos ni Izquierda Unida cuestionan la propiedad privada de los que ostentan las riquezas ni el orden establecido, sino que tienen como objetivo generar nuevos consensos sin poner en entredicho la lógica del sistema capitalista. Generando falsas esperanzas sobre las posibilidades que, como hemos visto en Grecia con el gobierno de Syriza, existen de solucionar los problemas por la vía exclusivamente institucional, renunciando en sus tareas a medio plazo a la autoorganización de la mayoría social que está sufriendo la crisis.



   POR UN PROGRAMA QUE ABRA EL CAMINO A UNA SALIDA DE RUPTURA ANTICAPITALISTA CON EL RÉGIMEN DEL 78

Ante la ofensiva sin tregua de los capitalistas que estamos sufriendo los trabajadores y sectores populares y ante el riesgo a que se nos “cuele” una segunda Transición que regenere al moribundo Régimen del 78, es necesario levantar un programa que de una salida obrera y popular a la crisis capitalista y del régimen político.

Un programa que debe dar una respuesta a las demandas democráticas y sociales que se vienen expresando en la calle de 2011 en adelante en aquellos que aspiran a una democracia “más generosa”.

Debemos denunciar la democracia para ricos en que vivimos y levantar demandas para acabar con la casta de políticos capitalistas tales como que ningún cargo público cobre más que el salario medio de un trabajador cualificado, la abolición de todas las dietas, pensiones y privilegios, la revocabilidad de todos los cargos electos, la desaparición del Senado, la formación de una sola Cámara legislativa y ejecutiva elegida entre todos los mayores de 16 años con independencia de su sexo u origen en circunscripción única, el fin de la “casta judicial” y el juicio por jurado popular.

Un programa que debe defender todos los derechos democráticos mutilados en el actual régimen, que plantee la abolición de la Ley Mordaza, el derecho a disponer de su propio cuerpo de las mujeres, las reivindicaciones pendientes de las personas LGTB, la disolución de tribunales y legislación de excepción como las Leyes Antiterroristas o la Audiencia Nacional y la libertad y desprocesamiento de todos los presos por luchar, así como el juicio y castigo a todos los criminales de la dictadura que siguen vivos y los que han seguido maltratando, torturando y asesinando en democracia.

Debemos levantar todas las demandas democráticas estructurales que siguen pendientes desde la Dictadura, como al efectiva separación de la Iglesia y el Estado -incluyendo el fin de todo financiamiento público, la devolución de todo el patrimonio expoliado por la Iglesia durante décadas y el fin de los conciertos educativos- , el fin de la Monarquía, la salida de la OTAN, el fin de las leyes de extranjería, los CIEs y la apertura de las fronteras, la retirada de todas las tropas españolas en el extranjero y la devolución de los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla.

Como parte de éstas, la lucha el derecho a la autodeterminación para todas las nacionalidades que hoy están dentro del Estado español, y en especial ahora Catalunya por lo dinámico del movimiento democrático allí, es fundamental. Para conquistarlo no se puede ni confiar en que éste sea “otorgado” por un pacto por arriba con los agentes del Régimen del 78 y la Corona, ni en los representantes políticos de la burguesía catalana que no están dispuestos a poner en marcha las fuerzas sociales que deberían conquistarlo. Es necesario pelear por éste tanto en Catalunya como en el resto del Estado, por medio de impulsar la movilización independiente de los trabajadores y sectores populares en contra del Régimen del 78 y la Monarquía, obstáculos totales para que las nacionalidades puedan conquistar el derecho de autodeterminación.

Un programa que también debe plantear una salida obrera a la crisis para que ésta sea pagada por los capitalistas. Que plantee luchar por el subsidio de desempleo indefinido hasta acabar con el paro, un programa contra el desempleo de masas peleando por la prohibición de los despidos y el reparto de horas de trabajo sin reducción salarial. Porque toda fábrica que cierre o despida sea nacionalizada y puesta bajo el control de sus trabajadores.

Que combata los desahucios levantando la prohibición de los mismos y la expropiación de todos los pisos vacíos en manos de la banca y los especuladores como base de un parque de viviendas público cuyos alquileres no superen el 15% del salario familiar.

Que proponga la lucha contra las políticas de ajuste y por unos servicios públicos gratuitos, universales y de calidad. Que sean suficientemente financiados y puestos bajo el control de trabajadores y usuarios para garantizar el derecho a la sanidad, la educación, la suficiencia energética o el acceso a la cultura a toda la sociedad.

Para todo ello será necesario tomar medidas elementales como el no pago de la deuda, la nacionalización de todo el sistema financiero, de los sectores estratégicos, las grandes empresas y la aplicación de fuertes impuestos a las grandes fortunas que se enriquecieron tanto con las vacas “gordas” como con las “flacas”.

Para evitar el sabotaje, el alzamiento de bienes, para evitar el paro, para que estas nacionalizaciones no sean una muleta para el capital sino un progreso para las clases populares, hay que poner todas las empresas, públicas y privadas, bajo control de los trabajadores. La representación electa de la plantilla debe tener voz y derecho de veto en todas las decisiones -contratos, cierres, despidos – que afecten a los trabajadores.

Se trata de un programa para expropiar a los expropiadores, para hacer que sean los capitalistas y grandes fortunas los que paguen la factura de la grave crisis social y económica que nos está condenando a la miseria a millones. O se salvan ellos, como viene sucediendo desde 2007, o nos salvamos nosotros.

Un programa así no cabe dentro de los estrechos márgenes del Régimen del 78, de la UE del capital y del sistema capitalista. Por eso no es posible plantearlo sin explicar la necesidad de romper esas “líneas rojas” que nos han vendido como insalvables.

Una democracia “más generosa” no es algo conquistable dentro del régimen político heredero de la Dictadura franquista, tampoco por medio de un “proceso constituyente” limitado que nazca de sus entrañas. En contra de esta ilusión, creemos que la única forma en que se podría conquistar un proceso de este tipo realmente libre y soberano sería por medio de la organización y métodos de lucha de la clase trabajadora y los sectores populares.

La posibilidad de poder decidir y discutir todo, de poder dar una resolución efectiva de los grandes problemas sociales y democráticos, no vendrá de ningún gobierno de los partidos capitalistas, ni de la democracia para ricos que representa el Régimen del 78. Por ello creemos que la pelea por un programa así debe hacerse en la perspectiva de acabar con el gobierno de los capitalistas y conquistar un gobierno de los trabajadores y sectores populares.

De la misma manera, un programa de este tipo no cabe dentro de ninguna ilusión en la negociación o reforma de la UE. La pelea por una salida de este tipo llevará inmediatamente al choque con la Troika y los capitalistas del resto de países europeos. Por eso debemos pelear por él desde una perspectiva internacionalista, que busque la alianza con el resto de trabajadores y sectores populares del mundo, empezando por nuestros hermanos del continente, para que sea parte de la lucha por una Europa de los trabajadores y los pueblos contra la UE del capital y la Europa fortaleza.



   RETOMAR UNA ESTRATEGIA BASADA EN LA MOVILIZACIÓN SOCIAL CON LA CLASE TRABAJADORA AL FRENTE

Levantar y llevar a cabo un programa de estas características, que nos permita salir de la crisis en condiciones favorables para las clases populares, implica necesariamente la concienciación, la movilización y la autoorganización de tod@s aquell@s que estamos padeciendo las consecuencias de las políticas destinadas únicamente a producir beneficios para unos pocos.

Generar un poder construido desde abajo, inserto en los centros de trabajo y de estudio, en los barrios y pueblos, es lo único que permite no claudicar ante las políticas impuestas por la Troika o cualquiera de las instituciones al servicio de la clase dominante. La vía no es la negociación, la experiencia griega ha sido la mayor demostración de la imposibilidad de mejorar la vida de l@s trabajador@s mediante un acuerdo con las mismas. La vía es la movilización para la transformación social.

La intervención en las instituciones del Estado capitalista es un espacio desde el que podemos apoyar esa construcción de un poder desde abajo, para visibilizar, popularizar y defender las reivindicaciones de los movimientos sociales, luchas laborales, feministas o de otro tipo.

Por un lado, una tarea central en los parlamentos, diputaciones o ayuntamientos, es ser el altavoz de las luchas, servir de apoyo logístico, económico, mediático y legal de las mismas, y así dar el mayor impulso posible para que logren victorias concretas, que refuercen la necesidad de la organización. Por otro, aun sabiendo que no lograremos imponer nuevas conquistas sociales en favor de la clase trabajadora sin un proceso de movilización sostenida de las clases populares, ni sin una ruptura con las instituciones del régimen, la intervención en las instituciones puede permitir amplificar las luchas y resistencias de la clase trabajadora, encontrándose así en mejor disposición para enfrentar nuevos ataques. Lograr una posición fuerte dentro puede retroalimentar la construcción del movimiento de transformación social, siempre y cuando esté apoyada en la movilización de l@s trabajador@s.

Así, la participación en las elecciones y las instituciones no son ni mucho menos suficientes, el impulso de los movimientos sociales y la lucha obrera son imprescindibles. Éste sigue siendo a día de hoy la única herramienta para garantizar unas condiciones laborales dignas para la mayor parte de l@s trabajador@s, además de una escuela donde se vive día a día la contradicción entre aquéll@s que producimos la riqueza y aquéll@s que se benefician de nuestro trabajo. Incluso si logramos imponer una legislación favorable a los gobiernos de turno por medio de la movilización, la lucha en los centros de trabajo es la única forma de garantizar que se cumplan los derechos laborales legislados.

Para avanzar en la resistencia social se hace necesaria una orientación sindical combativa, que busque la autoorganización de l@s trabajador@s en los centros de trabajo y su lucha colectiva, independientemente de cuál sea su afiliación sindical o política, y que busque la unificación de las luchas para golpear más fuerte tod@s junt@s y sobrepasar las burocracias sindicales, que suponen uno de los principales muros de contención de la movilización y bloquean todo tipo de victorias concretas.

De igual importancia son otras formas de organización, como han sido las mareas o las plataformas contra los desahucios, que han logrado victorias importantes a través de la autoorganización y la movilización. Unificar todas estas reivindicaciones y luchas para que hagan fuerza en una misma dirección es la tarea más importante en este contexto.

Solamente desde la movilización podremos cambiar nuestras vidas. Una movilización de todos los sectores populares, pero que debe lograr activar la fuerza de l@s trabajador@ para que se pongan al frente de la misma. Los que producimos día a día la riqueza somos quienes podemos poner contra las cuerdas a los capitalistas y sus gobiernos, y avanzar en construir una nueva sociedad en la que los medios de producción pasen a las manos de las grandes mayorías sociales y estén a nuestro servicio. Es por ello necesario construir una alternativa de clase al sistema capitalista a la vez que luchamos contra todas las formas de opresión que lo acompañan y refuerzan, como el sexismo, el racismo o la LGTBfobia.

Nuestra lucha es una lucha también contra el sistema patriarcal. La apropiación del trabajo y del cuerpo de las mujeres es una de las grandes fuentes de beneficios. No será posible una alternativa libre de opresión de género y de orientación sexual sin acabar con lo que los mantiene vivos, no es posible una salida feminista que no sea anticapitalista. Sin embargo, tampoco será posible acabar con estas opresiones sin una lucha específica contra el machismo y sus violencias estructurales, que mantiene a las mujeres relegadas a un segundo plano en todos los espacios.

En definitiva, es necesario construir una alternativa de clase en la que l@s que producimos, l@s que trabajamos los campos, l@s que hacemos funcionar las máquinas, l@s que trabajamos en las escuelas y los hospitales… irrumpamos en el terreno de lo político, organizándonos de manera colectiva y decidiendo democráticamente sobre lo que producimos, cómo lo producimos y sobre nuestras vidas, rompiendo así con un sistema que no puede ser reformado, sino que sólo puede ser superado por otro, libre de toda opresión, en la que no impere el beneficio a cualquier precio, que no sea depredador con la naturaleza, donde no haya espacio para la pobreza, para que haya gente sin casas o para el paro.



   POR UN FRENTE POLÍTICO ANTICAPITALISTA Y DE CLASE

Un frente para la movilización y para levantar una alternativa política al reformismo

La experiencia griega nos muestra que no es posible luchar contra la austeridad y esta democracia para ricos desde las instituciones y sin luchar contra la propia lógica del sistema capitalista. No es posible mejorar la vida de los de abajo sin cuestionar la acumulación de las riquezas por parte de una minoría. La conquista de espacios en las instituciones debe ayudarnos a visibilizar a gran escala esa contradicción. Si no lo hace, no nos sirve.

La tarea de un frente que se proponga atacar a los fundamentos del sistema capitalista y el régimen político a su servicio, pasa por tener como brújula la movilización de la clase trabajadora y de la juventud: es decir de aquellos que sufren la crisis de este sistema y que producen las riquezas. La movilización sostenida mediante huelgas, manifestaciones, concentraciones sigue siendo la mejor manera de reconstruir la conciencia política de nuestro bando. Por este motivo, un frente como el nuestro debe tener en su prioridad política el fortalecimiento y el apoyo de las luchas.

Pero a la vez que es necesario reactivar la movilización social, resulta imprescindible levantar un programa y una estrategia política alternativa a la que se propone hoy desde el nuevo reformismo, que reduce el “cambio posible” a la conquista de posiciones dentro de la democracia capitalista por la vía institucional y a un proceso de autorreforma pactada del régimen actual. Una vía muerta que sólo conducirá a una nueva Transición como la del 78.

Por ello, el frente que nos proponemos impulsar se nuclea en torno a un programa de clase y anticapitalista, que apuesta por superar el Régimen del ‘78 por medio de la movilización obrera y popular y abrir así el camino a una efectiva resolución de los grandes problemas sociales y reivindicaciones democráticas.

Un frente militante

Para ser útil a estas tareas, para contribuir a fortalecer las luchas y poner en pie una alternativa política, es imprescindible contar con hombres y mujeres que intervienen en los distintos procesos políticos y de la lucha de clases que se den. Para nosotros un frente útil a la movilización de nuestra clase es un frente militante. Eso es contradictorio con la visión de la supuesta “nueva política” que construye herramientas de inscritos por Internet que no participan de las decisiones políticas de su organización y por tanto tampoco las acaban llevando a cabo. Es necesario construir un frente militante en el que sus miembros debaten e intervienen para cambiar sus vidas. Un frente militante es además el mejor antídoto para potenciar la democracia interna ya que quienes toman las decisiones son a su vez los encargados de llevar a cabo las orientaciones políticas aprobadas. En ese sentido estamos comprometidos con la construcción de un frente radicalmente democrático que respeta las posiciones minoritarias y permite que éstas estén representadas.

Un frente militante que se proponga intervenir en común e implantarse en la clase trabajadora y por tanto en los conflictos laborales. Es necesario construir un frente cuya brújula sea la reconstrucción de la conciencia de clase al calor de los conflictos en los centros de trabajo. Para ello, es necesario que nuestro frente impulse, apoye y fortalezca los conflictos de trabajadores. Independientemente de la organización sindical en la que cada uno esté haciendo su experiencia, debemos impulsar siempre la autoorganización de l@s trabajadorxs, la autoorganización mediante asambleas, comités de huelga y la defensa de un sindicalismo combativo, democrático y unitario.

También queremos dirigirnos a la juventud y en particular en la juventud escolarizada. El sindicalismo estudiantil es una de las primeras experiencias políticas del estudiantado. Las cuestiones inmediatas relacionadas con sus derechos ponen en movimiento a miles de jóvenes en todo el Estado. Es necesario canalizar esas ganas de movilizarse mediante organizaciones permanentes. Se trata de fortalecer y de construir organizaciones sindicales que ya existen y en las que participamos ya y de buscar fórmulas para coordinar todas esas organizaciones a nivel estatal. Todo esto no significa que sólo intervengamos en la juventud escolarizada. Los jóvenes por el lugar que ocupan en la sociedad tienen mayor predisposición para movilizarse sean o no estudiantes. Por tanto, hay que acercarse también a cuestiones que conectan más con la juventud como por ejemplo la lucha contra fascismo, la corona, la guerra…

Lo mismo decimos respecto a los movimientos feministas. Hay que construir un frente que luche contra todo tipo de opresión y en particular contra la opresión hacia las mujeres. Un frente que defienda un feminismo de clase y de ruptura. O respecto a movimientos sociales y/o barriales como el de la vivienda, como las PAH.

Un frente que mantiene su independencia pero que emplaza al conjunto de la izquierda a movilizarse de manera unitaria

Ante los permanentes ataques de los capitalistas y su Estado a las y los trabajadores y a sus organizaciones, el frente político que nos proponemos impulsar defiende la más amplia unidad de acción entre todas las organizaciones obreras y de la izquierda, independientemente de su programa y su ideología, para enfrentarlos en la lucha con objetivos comunes.

El Frente único para la lucha, que se resume en la famosa frase ¡marchar separados, golpear juntos!, es imprescindible como herramienta para soldar la unidad de las filas obreras y para que las y los trabajadores y la juventud puedan avanzar en su propia experiencia política con las direcciones sindicales y políticas conciliadoras.

Los dirigentes reformistas y burocráticos, como las cúpulas de CCOO y UGT, son hostiles tanto a la movilización como al frente único de los trabajadores en lucha y la izquierda anticapitalista, porque son conscientes de que es en esos momentos es cuando su estrategia queda al desnudo ante los ojos de quienes hoy por hoy conservan la ilusión en el reformismo.

Por ello, nuestra defensa de la máxima unidad en la lucha por objetivos comunes para enfrentar los ataques de los capitalistas, no supone la renuncia a nuestra autonomía política y el mantenimiento de nuestra total independencia respecto a las direcciones reformistas.

Un frente que se relaciona con corrientes anticapitalistas a nivel internacional

La lucha contra la lógica del sistema capitalista pasa por una lucha a nivel internacional. En ese sentido nuestra tarea política no puede limitarse al Estado español. Es necesario establecer lazos con aquellos sectores/corrientes políticas que defienden un proyecto estratégico parecido al nuestro a nivel internacional con el fin de compartir experiencias y de coordinarse. Construimos un frente internacionalista.

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